domingo, 14 de noviembre de 2010

Casa de alquiler


Sin saber cómo, de pronto se encontró en un lugar tan oscuro que parecía infinito. Tan sólo podía distinguir una puerta débilmente iluminada por la luz que salía por su parte inferior. Se acercó a ella y la abrió lentamente. Le costó unos segundos poder ver lo que se encontraba tras ella, pues después de tanta oscuridad esa nueva habitación le deslumbró por completo.

Todo el mundo que veía tras la puerta le dejó completamente fascinado. Un cielo azul actuaba a modo de lámpara de aquél habitáculo, unos frondosos árboles decoraban la estancia, una inmensa alfombra de hierba verde y suave acariciaba sus pies… Era una vista hermosa, como nunca antes había visto.  Ensimismado ante tal hermoso paisaje, recorrió poco a poco la habitación disfrutando de cada pequeño detalle que veía, arrastrándose por la alfombra para disfrutar no sólo sus pies de tan confortable tacto. Pero cuando menos se lo esperaba, otra puerta se encontró.

La cruzó y para su sorpresa la decoración de la nueva estancia era exactamente igual. Esta vez se irguió, pues ya había disfrutado bastante de aquella suavidad. Siguió caminando pero ya el lugar no le sorprendía tanto, le parecía todo demasiado monótono. Ya no disfrutaba de aquella belleza que le rodeaba, se había cansado de ella, tan solo la apreciaba cuando le era algo novedoso, pero es difícil apreciar aquello que se tiene aparentemente para siempre. Asqueado, siguió el camino para ver si se encontraba alguna otra puerta; y así le ocurrió.

Ahora el paisaje sí había cambiado. Todo tenía un aspecto bastante artificial. Caminos de frío metal zigzagueaban la habitación, decorada pared y techo con un tenue tono gris, inclinándose a veces haciendo muy difícil la marcha. Al principio le entusiasmó ese nuevo cambio, pero después de caminar durante un tiempo estaba ya cansado de tan arduo camino y se tenía que parar de vez en cuando a descansar. Cómo le gustaría volver atrás, pero a medida que daba un paso el camino tras suya desaparecía. Parecía que la libertad de las habitaciones anteriores ya no existía, y añoraba la belleza que había dejado tras de sí. No paraba de maldecirse por no haberla sabido aprovechar. Por suerte, se encontró una puerta pasado un tiempo que a él le pareció infinito.

Extenuado, cruzó a la siguiente habitación. Para su asombro, vio que de nuevo había cielo, que los árboles también estaban en aquella habitación y el suelo de nuevo tenía color verde. Pero para su desgracia, a pesar de ser una habitación igual a las primeras en ese aspecto, el cielo ya no era tan azul y de un violeta apagado era la iluminación, los árboles, antaño frondosos, apenas tenían hojas, donde las ramas daban un aspecto muy tétrico y el verde suelo era más áspero de lo que recordaba. Sin embargo, agradeció de nuevo tener una amplia habitación por la que andar a sus anchas y recordar cómo, tiempo atrás, disfrutaba de un paisaje que tan felizmente recordaba.

En uno de los placenteros paseos, se percató que había pisado algo que no era la acostumbrada alfombra de hierba. Miró al suelo y extrañado vio que era una puerta; una nueva puerta en el suelo en lugar de la pared. Debido a su peso, la puerta se abrió. Empezó a caer en lo que de nuevo parecía una infinita oscuridad. Pero esta vez no había puerta alguna, la caída no aparentaba tener fin. Mas de pronto, aterrizó en unos brazos que le sacaron del vacío y aquél inesperado personaje, que se presentó como el casero de esa extraña casa de alquiler, le cerró los ojos para no volverlos a abrir.