lunes, 6 de diciembre de 2010

Un año


Un año… un año hace hoy del día más triste de mi vida. Es difícil asimilar que ya hace un año que no te veo, que hace un año que no te puedo abrazar, que hace un año que no escucho tu inconfundible risa,… que hace un año que esta puta vida, que aún algún pobre infeliz se cree que es justa, decidió que ya habías disfrutado bastante de ella. Pero no quiero dedicarte estas pobres líneas para lamentarme, sino para seguir recordándote como te mereces, pues sé, que estés donde estés ahora, podrás entender esto que aquí te escribo.

Paradójicamente, a pesar de lo largo que se me ha hecho este año, me parece que fue ayer la última vez que nos vimos. Recuerdo a la perfección cómo, cada vez que me veías, lo primero que hacías era hacerme cosquillas de esa forma tan peculiar con tus deditos en mi brazo izquierdo, siempre igual; era tu forma de saludarme y decirme que te alegrabas de verme. Esa no es la forma en la que se suelen saludar las personas, lo “normal”, que no es más que lo que hace la mayoría, sería que me dieras dos besos… ¿Pero es que acaso por no hacerlo como indica la norma social tiene menos valor esa muestra de cariño? Por supuesto que no; yo diría que incluso tiene más valor, pues te habías inventado, exclusivamente para mí, una forma de expresar tu cariño. Sin duda, aquello hacía sentirme especial, pues las personas especiales como tú tienen ese gran don: transmitir esa sensación de ser únicos a los demás. Y ese gran sentimiento que sólo tú eras capaz de transmitirme con un gesto tan sencillo, siempre lo recordaré, pues todavía algunas noches al despertarme noto esa sensación en mi brazo; algunos dirán que se debe a la confusión que causa el sueño reciente, pero yo sé que eres tú recordándome que todavía estás conmigo y que sigues alegrándote de verme.

Al ser una persona distinta a las demás no todo te fue fácil, de hecho muy pocas facilidades tuviste en esta vida. Pero eso a ti te importaba poco. Siempre te gustó conocer cosas nuevas, intentabas aprender todo lo que veías o te trataban de enseñar. Muy pocas veces lograbas tu objetivo, pero siempre terminabas lo que fuera que fuese con una sonrisa, pues el simple hecho de haber intentado aprender algo ya te causaba felicidad. Aunque ahora me doy cuenta de que posiblemente se trate simplemente de que tu objetivo no fuera hacer las cosas perfectas, sino tener la suficiente perseverancia como para esforzarte en hacerlas; tu objetivo no era el egoísta de superar a los demás, sino el humilde de superarte a ti misma.  Sin duda eras todo un ejemplo a seguir, aunque hubiera gente que te mirara por encima del hombro y su prepotencia impidiera siquiera plantearse que podrían aprender algo de ti. Lástima siento de ellos, que como borregos ególatras no son capaces de ver más allá de los hechos ni de ellos mismos.

Miles de cosas podría seguir diciendo de ti, pero el objetivo de estas palabras no es describirte, pues ya sabes de sobra cómo eres. Lo único que trato es poder volver a hablar contigo, aunque no me puedas responder. Quizás sea absurdo, pero yo no lo creo así, tenía la necesidad de dedicarte unas palabras. ¿Por qué  hoy? ¿Por qué es tan dura la fecha de un año de tu muerte? ¿Es que acaso el día 365 de tu trágica despedida te echo más de menos de lo que te eché el 364 o de lo que te echaré el 366? Por supuesto que no, por supuesto que todos los días me acuerdo de ti, que todos los días te saludo en mi corazón, que todos los días al ver tu foto una melancólica sonrisa se me asoma al recordarte… Pero así de raro es el ser humano, que crea fechas simbólicas para todo. Ojalá no las creara, pues todos los días he tratado de recordar tu vida pero hoy no puedo otra cosa que recordar tu muerte… Y es que hoy soy yo el que te quiere acariciar el brazo izquierdo, el que quiere volver a alegrarse por verte… Hoy soy yo el que necesita que me cuides, desde tu pequeño cielo en el que ahora vives.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Casa de alquiler


Sin saber cómo, de pronto se encontró en un lugar tan oscuro que parecía infinito. Tan sólo podía distinguir una puerta débilmente iluminada por la luz que salía por su parte inferior. Se acercó a ella y la abrió lentamente. Le costó unos segundos poder ver lo que se encontraba tras ella, pues después de tanta oscuridad esa nueva habitación le deslumbró por completo.

Todo el mundo que veía tras la puerta le dejó completamente fascinado. Un cielo azul actuaba a modo de lámpara de aquél habitáculo, unos frondosos árboles decoraban la estancia, una inmensa alfombra de hierba verde y suave acariciaba sus pies… Era una vista hermosa, como nunca antes había visto.  Ensimismado ante tal hermoso paisaje, recorrió poco a poco la habitación disfrutando de cada pequeño detalle que veía, arrastrándose por la alfombra para disfrutar no sólo sus pies de tan confortable tacto. Pero cuando menos se lo esperaba, otra puerta se encontró.

La cruzó y para su sorpresa la decoración de la nueva estancia era exactamente igual. Esta vez se irguió, pues ya había disfrutado bastante de aquella suavidad. Siguió caminando pero ya el lugar no le sorprendía tanto, le parecía todo demasiado monótono. Ya no disfrutaba de aquella belleza que le rodeaba, se había cansado de ella, tan solo la apreciaba cuando le era algo novedoso, pero es difícil apreciar aquello que se tiene aparentemente para siempre. Asqueado, siguió el camino para ver si se encontraba alguna otra puerta; y así le ocurrió.

Ahora el paisaje sí había cambiado. Todo tenía un aspecto bastante artificial. Caminos de frío metal zigzagueaban la habitación, decorada pared y techo con un tenue tono gris, inclinándose a veces haciendo muy difícil la marcha. Al principio le entusiasmó ese nuevo cambio, pero después de caminar durante un tiempo estaba ya cansado de tan arduo camino y se tenía que parar de vez en cuando a descansar. Cómo le gustaría volver atrás, pero a medida que daba un paso el camino tras suya desaparecía. Parecía que la libertad de las habitaciones anteriores ya no existía, y añoraba la belleza que había dejado tras de sí. No paraba de maldecirse por no haberla sabido aprovechar. Por suerte, se encontró una puerta pasado un tiempo que a él le pareció infinito.

Extenuado, cruzó a la siguiente habitación. Para su asombro, vio que de nuevo había cielo, que los árboles también estaban en aquella habitación y el suelo de nuevo tenía color verde. Pero para su desgracia, a pesar de ser una habitación igual a las primeras en ese aspecto, el cielo ya no era tan azul y de un violeta apagado era la iluminación, los árboles, antaño frondosos, apenas tenían hojas, donde las ramas daban un aspecto muy tétrico y el verde suelo era más áspero de lo que recordaba. Sin embargo, agradeció de nuevo tener una amplia habitación por la que andar a sus anchas y recordar cómo, tiempo atrás, disfrutaba de un paisaje que tan felizmente recordaba.

En uno de los placenteros paseos, se percató que había pisado algo que no era la acostumbrada alfombra de hierba. Miró al suelo y extrañado vio que era una puerta; una nueva puerta en el suelo en lugar de la pared. Debido a su peso, la puerta se abrió. Empezó a caer en lo que de nuevo parecía una infinita oscuridad. Pero esta vez no había puerta alguna, la caída no aparentaba tener fin. Mas de pronto, aterrizó en unos brazos que le sacaron del vacío y aquél inesperado personaje, que se presentó como el casero de esa extraña casa de alquiler, le cerró los ojos para no volverlos a abrir.

sábado, 30 de octubre de 2010

Observa, escucha, siente; vive


Cierra los ojos y deja de sufrir
Por aquello que con ellos ves,
Tápate los oídos para no oír
Las palabras de la estupidez,
Abrázate para poder sentir
Unos  brazos que no huirán,
Busca una flor para vivir
Sin oler la mierda que tirarán,
Hazme caso y enciérrate en ti
Si no quieres volverte a herir.

Cierra los ojos para no observar
A las buenas personas que pasarán,
Tápate los oídos para no escuchar
Cuando digan que te quieren de verdad,
Abrázate para así tan sólo notar
Unos brazos que no te consolarán,
Busca una flor carente de utilidad
Si a nadie se la puedes regalar,
Hazme caso y trata de arriesgar
Para poder también disfrutar.

viernes, 22 de octubre de 2010

Querer no querer


Quiero volver a sentir
El cielo entre mis manos,
Creer que se puede vivir
Siempre feliz e ilusionado,
Volver a querer sonreir
Al recordar lo grabado,
Sin necesidad de sufrir
Ni maldecir sólo en vano.

Quiero dejar de pensar
Que todo está acabado,
Que aún es posible esperar
Algún fruto de lo arriesgado,
Creer que puedo guiar
A mi corazón esperanzado,
Y no dejarme por él arrastrar
Por caminos desolados.

Quiero querer no querer
Lanzarme con ojos vendados
Para en el pasado no recaer,
Pero ya el dado he lanzado,
Querer no significa poder,
Mi raciocinio ha sido traicionado
Y ya querer solo puedo querer
Tenerte a ti, aquí a mi lado.

viernes, 15 de octubre de 2010

Un día más


Abrió sus pesados ojos al despertar, pues si no aún no estaría despierto, qué cojones. El mundo que contemplaba era el mismo, pero él lo notaba completamente distinto; aunque quizás era empezar a rayarse excesivamente pronto, pues tan sólo estaba viendo el puñetero techo de su habitación, como cada mañana. Pero una cosa sí era cierta, él se sentía distinto, y no precisamente en un sentido positivo.
Se puso sus roñosas babuchas y con un sutil pero intenso rascado de trasero se dirigió al cuarto de baño. Sin embargo, por el pasillo se metió la mano en los calzoncillos para dejarse de delicadezas y rascarse placenteramente, pues estaba sólo y nadie le vería; obviamente no suponía que alguien se iba a dedicar a matar el tiempo describiendo lo que él hacía en su monótona vida, de lo contrario se hubiera contentado con la sutileza.
Abrió el grifo de agua fría para despejarse y se enjuagó la cara con las manos. Se miró al espejo. A pesar de verse todos los días, no sabía bien por qué, pero esa mañana no se reconocía, se preguntaba si él era un desconocido incluso para sí mismo. Tenía que dejar de hacer eso, pensó, a ver quién carajo se planteaba la profundidad del conocimiento de su yo por mirarse en un espejo; debía dejar de sacarle un sentido literario a cada movimiento que hiciera, ni que estuviera escribiendo ningún relato.
Se dio cuenta de que su olor corporal no era excesivamente agradable, por lo que decidió cambiar el enjuagado de cara por un lavado corporal a conciencia. Tal vez el desprendimiento de gases intestinales por aquél orificio que tenía en mente realizar no iba a ayudar mucho a mejorar el desastroso olor, pero un cuesco mañanero siempre es bienvenido. Cuando nadie te observa es cuando uno se muestra de la forma más natural y muestra su verdadera forma de ser, dijo para sí. Quizás debería abandonar su trabajo de oficinista y meterse a filósofo, pues no todo el mundo era capaz de sacar tales deducciones por una simple flatulencia; qué crack, se animó a si mismo.
Cuando terminó de asearse, se preparó un cuenco de cereales con leche para desayunar. El perro marrón que sonreía en la caja con cara de ansioso sexual y la forma de los cereales hacían pensar que estaba tomando un desayuno para perros. Hasta unos putos cereales le insultaban y se burlaban delante de sus narices. Se acabó los cereales con un gusto amargo, más psicológico que real, que decidió quitarse comiéndose un plátano. Mejor dejarse ya de buscar paralelismos con la comida, se comió un plátano porque desayunar almejas no le iba a sentar excesivamente bien; era un tío sano y punto.
Como era domingo, tenía por delante un día entero para dedicarlo a lo que más le apeteciera, mas como no tenía excesivas ganas de pensar, se tumbó en el mullido sofá y encendió la tele. Si fuera un acomodado americano, se pondría a leer el periódico mientras degustaba una taza de café con su bata de seda, que queda muy moña pero da el pego de nota importante, pero como el periódico no caía por arte de magia en la puerta de su casa en esta su ciudad y fuera hacía un calor de cojones para ir a comprar ningún periódico, decidió que ver la televisión era la opción más acertada. La barbaridad de chorradas que podían pasar por su mente en tan poco tiempo, increíble.
Empezó a cambiar de canales pero nada le motivaba: dibujos animados para niños, series de adolescentes cuyos protagonistas tenían un crecimiento inversamente proporcional entre sus tetas y músculos respecto a su cerebro, un puñado de monos enchaquetados tirándose a la cara sus propias heces por el bien de nuestro país, un gordo dando consejos de nutrición, prostitutas de la dignidad gritándose en programas sin sentido… Puro surrealismo. Si André Breton se levantara de su tumba entraría en una especie de orgasmo intelectual. Ante tal oferta televisiva, optó por dejar los dibujos para críos, una esponja que hablaba que a su parecer era la cosa más inteligente que estaban echando por aquella caja fabricante de imbéciles en serie. Lástima que las esponjas no hablaran realmente, si no otro gallo cantaría. Qué demonios, aunque no hablara seguro que si le ponía chaqueta a la esponja con la que acostumbraba ducharse y la mandara al gobierno, el mundo iría mejor; o al menos no empeoraría, que ya sería un logro visto lo visto.
Tras un buen rato fantaseando sobre la campaña política de su esponja (“Vote a Esponja, única quitando mierda”; simple, con gancho. Mola), decidió dejar de pensar estupideces durante un rato, cosa que le estoy bastante agradecido, pues bastante estoy escribiendo para no llevar ni un par de horas levantado nuestro maldito protagonista. Aunque realmente, esa decisión, más que una decisión personal, se la impuso el teléfono que comenzaba a sonar. Era un amigo suyo, que en una hora habían quedado para tomar unas cervezas él y un par de colegas más en un bar del centro. Decidió ir, pues los amigos siempre solían animarle los días que se preveían tan decadentes, como aquél. Como tenía tiempo, terminó de ver la serie de su candidato favorito para las próximas elecciones y después se empezó a arreglar.
Llevaba diez minutos caminando por la calle, tan ensimismado en sus pensamientos como era de costumbre (esta vez eran pensamientos eróticos, por eso no los describo), que no vio al camión de mudanzas que acabó arrollando su cuerpo y arrancando su vida.

¿Moraleja de la historia? Joder, pues no hay, no todo en esta vida tiene un por qué. Alguno podría decir que sí que hay moraleja, que es que cualquier día puede ser el último, que pensar sin actuar no sirve de nada y puedes con ello desaprovechar una vida, que estamos sumergidos en una sociedad absurda, que las esponjas son la hostia,… Pero esa no es mi intención, de hecho creo que para sonreír no hace falta una explicación. Aunque ahora que releo la historia no es tan cómica como me parecía… Además, para una vez que escribo algo medio “cómico” acaba muriendo el protagonista, hay que joderse la mente tan negra que tengo, pero es que tampoco tenía más ganas de seguir escribiendo…
Pues nada, el protagonista se acaba recuperando en el hospital y sus colegas le regalan un perro marrón salidorro para que se coma sus putos cereales rancios. Eso sí, en esta ocasión moraleja sigo sin ver…


jueves, 7 de octubre de 2010

Odio




Dentro de mi mente racional,
En el fondo de mi serena alma,
Se esconde el instinto animal
Que tú has despertado de su calma.

Tú apagaste la luz de mis deseos,
Asesinaste a mi moribunda ilusión;
Pero ya solo una cosa quiero:
Que te hundas en mi misma desesperación.

Bajaría al mismo infierno
Para traértelo a la tierra,
Poder así ver tu dolor eterno
Y cómo a tus disculpas te aferras.

Una vez te ofrecí mi mano
Y tú le arrancaste la piel a tiras,
Mas mi dolor no será en vano;
Ojalá te ahoguen tus mentiras.

No todo es belleza que emociona,
También  existe dolor e ira;
El amor jamás se olvida,
Y el odio nunca se perdona.

martes, 28 de septiembre de 2010

¡Levántate!


Ya era hora de que te espabilaras, maldito dormilón; llevas bastante tiempo inconsciente. Ya, ya lo sé, sé que has recibido una buena paliza, no te estoy reprochando nada, sabes que la empatía no es mi especialidad, tan sólo es mi forma de darte la bienvenida de nuevo compañero.

Venga, levántate y sigamos caminando, que yo y los demás estamos cansados de esperar pero sin ti no vamos a ninguna parte. Lávate un poco esas sangrantes heridas y no te preocupes que ya sanarán, y tu demacrada cara volverá a brillar como siempre, cuando menos te lo esperes. Nadie te dijo que el camino fuera fácil, tú no eres el único que has sufrido en este viaje; pero has de admitir que también se viven en él buenos momentos inolvidables, así que seamos positivos que aún queda mucho por descubrir.

Levántate, no podemos seguir aquí parados, no me gusta perder el tiempo lamentándome. Sabes que vamos con un cronómetro cuenta atrás y que nadie es capaz de prever cuando llegará a cero, pero cuando eso ocurra entonces sí que nada tendrá solución. Y yo no sé tú, pero yo pienso recorrer todo el camino posible de este infinito viaje antes de que todo se haya acabado realmente, no pienso quedarme aquí estancado.

Joder, muévete, deja de arrastrarte y alza la cabeza. Mira tu cuerpo, mira todas esas cicatrices que recuerdan cada vez que se las observa lo fuerte que eres. La debilidad que sientes está en tu mente, se valiente y levántate; sé que puedes hacerlo.

Arriba viejo amigo, arriba. No me mires con esa cara de temor, el miedo no sirve para nada, tan sólo nos bloquea, nos cubre de dudas sobre cosas que tal vez ni siquiera pasarán y nos impide dar pasos firmes. No creas en las cosas que pueden o no pueden pasar y cree en ti mismo, sólo así podrás mirar cara a cara a los que te han vuelto a destrozar. Tendrán su merecido, que no te quepa la menor duda, y no es necesario  dejarnos llevar por la ira para poder equilibrar la balanza, no es necesario ponernos a su nivel, pues estamos muy por encima de los que han jugado tan fríamente contigo.

Así es, apóyate en mi para poder ponerte en pie de nuevo, para eso estoy aquí. El camino parece empinarse cada vez más, pero si somos capaces de seguirlo ya verás como llegaremos a alguna explanada llena de luz, sin estos puñeteros árboles que ahora nos cubren de sombras.

Ves, no era tan difícil, ya estás en pie. Ahora caminemos, sigamos mirando al frente y dejemos de llorar por lo injusto que ha sido el camino con nosotros este último tiempo.

¡Esa actitud es la que me gusta, eso es! ¡Bien alma mía, bien! Soy tu coraje, tu fuerza, tu voluntad, y nunca te abandonaré por mal que se ponga el camino.

jueves, 23 de septiembre de 2010

El caso de A. Moral (Parte II/II)


Marcó el número que había escrito en el folio del sobre:

-         No esperaba que hubiera avances tan pronto –era la misma voz inhumana de antes.
-         ¡Hijo de puta! ¡Dijiste una hora! ¿Dónde la tienes?
-         Eso no son modos de hablar –la voz parecía no alterarse por nada- Dije que en una hora su hija tendría problemas. Ahora no los tiene, está bien, aquí a mi lado, junto a mí.
-         ¡Maldito cerdo! Como roce a mi hija le juro que le mataré…
-         Cálmese, le garantizo que es lo mejor para todos. Le voy avisando que como llame a la policía, como vea un solo coche de policía que se acerque aquí sospechosamente, los gritos de su hija empezarán a envolver mi habitación, y como alguien entre por la puerta que tengo frente a mí, los sesos de su hija bañarán cálidamente a quien entre por la misma.
-         ¿Qué quiere de mí? Le puedo ofrecer el dinero que usted me pida, pero por favor…
-         No quiero su dinero, ya sabe qué es lo que quiero.
-         Pero eso es imposible joder, no se puede encontrar un puto término abstracto.
-         Pocas cosas son imposibles y esta no entra en esa lista. Tómeselo como un caso más en el que hay mucho en juego, para ambos…
-         Joder, joder… -contener las lágrimas le era tarea imposible, pero no podía mostrar debilidad- Está bien, dígame cuándo perdió la moral y por qué cree que ocurrió.
-         Bien, nos vamos entendiendo… No sé cuando la perdí, simplemente un día me di cuenta de que hacía mucho que me abandonó, si es que alguna vez la tuve, aunque supongo que sí que la tuve, todo humano nace con moral. Por qué se perdió… supongo que se sentía algo incomprendida. Mi afán de poder solía violarla bastante a menudo, mis celos la maltrataban verbalmente, mi egocentrismo la golpeaba con frecuencia… Quizás huyó porque no se encontraba demasiado cómoda.
-         De acuerdo –sentenció con una fría voz- Le llamaré cuando tenga novedades.
-         Espero que sea en menos de cuarenta y cinco minutos, el tiempo pasa.

Enfermo repugnante. Alguna vez había tenido que tratar a lo largo de su carrera con ese tipo de personas, pero ninguna tan podridamente chiflada como aquella.
Decidió que lo más correcto sería analizar el caso para tratar de encontrar una solución. Un tipo le llama diciéndole que ha perdido su moral. No parece que hablara en broma o de forma metafórica, quería una solución para aquello. No se da cuenta de su ausencia hasta un tiempo atrás; a saber qué actos ha realizado para llegar a esa conclusión así, de pronto. Parece arrepentido de sus actos y por eso quiere recuperarla. Tal vez eso era mucho suponer, quizás sólo quería recuperarla para no sentirse marginado, fuera de la normalidad. No, esta última idea sí que era descabellada, si de verdad quería ser una persona más, estar en la mayoría, hacía bien en actuar sin moral, pues no es necesario cometer delitos para carecer de ella, a veces incluso cometiéndolos se posee una moral más digna de admiración que muchas de las personas “respetables”. Lo único claro es que aquél cabrón quería recuperar su moral, y explicarle que eso es una búsqueda que sólo puede realizar uno mismo y el éxito o fracaso de dicha expedición dependía del propio valor personal era algo que no iba a entender. En su demencia, aquél tipo había mezclado erróneamente lo etéreo con lo corpóreo, términos que siempre andan de la mano en armonía pero que ahora estaban haciendo el amor en la cabeza de ese tal A. Moral, y debía actuar al son del delirio de aquél hombre si quería recuperar a su hija. Sólo tenía una opción, y le quedaba poco tiempo.

En media hora, tal como acordaron Michael y A. Moral por teléfono, se encontraban en un descampado solitario iluminado por una oscuridad carente de bondad. Al salir del coche, vio que A. Moral, o como coño se llamara realmente, llevaba una máscara blanca, posiblemente del mismo color que su verdadera piel. Con una mano sujetaba una pistola y con la otra el cuello de una niña con una bolsa de tela negra cubriéndole la cabeza y las manos atadas con una cuerda. Michael enseguida reconoció a su hija a pesar de no verle la cara, pero hay cosas que se ven sin necesidad de los ojos:

-         Como le dije, tengo la solución a su problema –comentó Michael en un tono excesivamente calmado dada la situación.
-         Eso espero. Si me ha hecho venir en balde una bala atravesará la garganta de su hija antes de que pueda hacer nada –apuntó donde debería estar la boca de la niña encapuchada.
-         Calmémonos –aquél mensaje parecía estar más dirigido a su persona que al tipo enmascarado- aquí tengo una moral para usted. Acéptela y déme a mi hija.
-         ¿Qué moral? ¿No tiene MI moral? -a Michael no le gustó nada esa forma en la que subrayó su posesión.
-         La suya murió hace mucho, pero le prometí una moral y le doy la mía.
-         ¿La suya? Usted no parece que pueda vivir sin moral, no me mienta.

Al decir estas palabras, señaló con la pistola a Michael, completamente furioso. Esa era la ocasión, si su pistola se disparaba, le daría a él y no a su hija. El detective sacó una pistola que tenía en la parte trasera de su cintura y disparó al delincuente enmascarado en el pecho. Unos rojos rubíes de sabor metálico pintaron de un salpicón la bolsa que cubría el rostro de Sarah. Michael le quitó la ahora decorada bolsa, le desató las manos y la besó en la frente. El cuerpo tumbado comenzó a hablar:

-         Me ha mentido –su voz, tenue pero igual de mecánica comenzó a hablar- Matar a alguien que tenía una pistola dentro la boca de su hija no es algo calificable de amoral, a pesar de ser un asesinato.
-         Pero yo no le he matado, no era esa mi intención, no de momento –un esbozo de sonrisa macabra apareció en su rostro. Se dirigió a su hija- Sarah, tesoro, métete en el coche y cierra las puertas. No abras los ojos oigas lo que oigas –se volvió de nuevo a la escoria que estaba tumbada a su lado- Ya no tengo moral pero sí palabra, y le dije que le entregaba mi moral. Es toda suya, disfrute de ella.

Cuando vio que Sarah estaba dentro del coche, le quitó la máscara a aquél desecho y le dio una fuerte patada en plena boca.

-         Me suplicará que le mate, no sabe lo que es capaz de hacer un hombre sin moral enfadado.
-         Sabía que usted no me decepcionaría.

Vio por vez primera algo humano en aquél hombre, pues le dedicó una amplia sonrisa con su ahora desdentada y sangrante boca.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El caso de A. Moral (Parte I/II)


Era una tarde del mes de julio, estando ya el sol ahogándose en un horizonte plagado de edificios pero no llevándose consigo aquél abrumador calor. Michael Stroke, de treinta y siete años, contemplaba esa imagen de naturaleza artificial desde la ventana de su despacho, un diminuto cuchitril en el que un desanimado ventilador trataba sin éxito de expulsar la flama existente entre aquellas cuatros paredes. Michael volvió la mirada a una de las carpetas que decoraban amargamente la mesa de madera barata. El caso que se detallaba en su interior, un adolescente mimado que llevaba desaparecido apenas veinticuatro horas y que seguramente volvería a su casa por su propio medio en un par de días apestando a alcohol, porros y sexo, no era algo que le motivara especialmente a seguir trabajando. Pero qué diablos, aquella madre, o mejor dicho, aquella mujer que soltaba fajos de billetes a modo de educación a un parásito que hace años atrás crecía en su interior, pagaba bastante bien y él tenía una familia que alimentar; así que siguió organizando y releyendo los papeles de la carpeta. Aunque apenas transcurrieron cinco minutos cuando sonó el teléfono:

-         Detective privado Stroke al habla –dijo al auricular con una voz de falsa simpatía.
-         Buenas tardes señor Stroke, le llamaba porque tengo un caso para usted –aquél sonido difícil era de llamar voz, monótona, carente de expresión y anormalmente perfecta en ritmo.
-         Ajam, ya veo. A mis clientes les acostumbro invitar a mi oficina para así…
-         Yo no soy un cliente cualquiera –le interrumpió- Mi caso es posiblemente el más importante de su vida. He perdido mi moral y quiero que me la encuentre.
-         ¿Perdón? ¿Moral es el nombre de alguna mascota o…?
-         Habría que ser estúpido para llamar así a algún animal de compañía, ¿no cree? –aquél tipo no parecía ser demasiado paciente- La moral, debería usted saber, es aquella abstracción que nos permite discernir lo que está bien de lo que está mal, al menos a grandes rasgos. Por ello recurro a usted, pues ese es su trabajo, encontrar y resolver.
-         Disculpe pero tengo mucho trabajo para aguantar bromas –dijo en un tono educado pero cortante- así que si me disculpa…
-         Yo de usted no colgaría, su hija Sarah, de seis años, es demasiado preciosa e inocente como para que le ocurra nada malo.
-         ¿Cómo sabe el nombre y la edad de mi hija maldito cabrón? No voy a consentir que…
-         Deje de interrumpirme y escúcheme, señor Stroke. He perdido mi moral y por ello acudo al que tengo entendido como mejor detective privado de la zona, así que haga su trabajo. En una hora espero recibir algún dato relevante sobre mi cuestión o su hija tendrá problemas. No me haga repetirle las cosas, no sabe lo que es capaz de hacer un hombre sin moral enfadado.
-         Pero esto es absurdo, cómo voy a encontrar su moral… -se lo pensó mejor y decidió que lo más correcto era no seguir por ese camino y tratar de ganar algo de tiempo- ¿Y cómo le avisaré de mis avances?
-         Tiene un sobre debajo de su puerta con toda la información que necesita. Espero su llamada.

La comunicación se interrumpió. Michael miró debajo de la puerta de su despacho y efectivamente allí había un sobre. Lo cogió y salió a toda velocidad del despacho para dirigirse al rellano del edificio. Ni rastro de nadie. ¿Cuándo dejarían aquél sobre? Cómo no se dio cuenta antes… Volvió a su despacho y se sirvió un poco de ron frío de la pequeña neverita que tenía en aquella habitación. Imposible, no podía tranquilizarse. Abrió el sobre con manos temblorosas. Seguramente todo sería una broma de pésimo gusto, trató de consolarse. Dentro había un folio doblado por la mitad un par de veces. Lo desdobló y leyó. Había escrito un número de teléfono y una extraña poesía firmada por un tal A. Moral:

Correcto e incorrecto,
Bien y mal como binomio
En una variada escala tonal
Que soy incapaz de discernir.
Su pequeña hija desea vivir,
Yo sólo deseo mi moral,
Encuéntrela, eso es obvio,
Rápido, veloz como el viento.

Aquellos versos le helaron la sangre, a pesar de su nulo valor literario, pero ser poeta no era la intención de su autor, su objetivo era otro y lo había conseguido. Temeroso llamó a su esposa al móvil:

-         Hola Michael –su mujer le respondió al tercer tono- ¿Qué tal la tarde?
-         Bien, bien –mintió en un intento de guardar la calma- Sólo quería saber qué tal os iba a Sarah y a ti; ahora estás con ella en el parque según me dijiste, ¿no es así?
-         Sí, claro –respondió con una sonrisa que aunque no vio, sí que sintió- Espera que te la paso. Cielo, es papá… ¿Cielo?
-         ¿Qué ocurre? –seguir aparentando normalidad le era cada vez más difícil.
-         No la veo, estaba aquí jugando con unos niños hace apenas cinco minutos, mientras yo leía un libro, no sé dónde se ha metido…
-         ¡Joder, no puede ser! Cariño, búscala y si la encuentras llámame en seguida. De momento no llames a la policía, no tengo tiempo para explicártelo.

No era lo más correcto dejar así a su esposa, pero eso ahora era secundario.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Alma enclaustrada


Mirándose al espejo empezó a llorar,
Desdichado de lo que en él veía;
Encerrándose en su baúl de frío metal,
Dejó que frente a él crecieran los días.

La monotonía y el lamento adornaban
A ritmo impetuoso aquella estancia,
Con negras persianas cerrando ventanas
Y tenue luz, lúgubre por antonomasia.

Un día, sin saber con exactitud cuál,
Ni si fuera el sol o la luna resplandecían,
La amistad en el baúl se quiso asomar
Pero él hizo como si sólo al viento oía.

Más tarde el iluso amor su nombre clamaba,
Pero él en lugar de al destino dar gracias,
Aquejándose seguía de esa especie de lava,
Odio brotando, quemando futuras ganancias.

El espejo cada vez empezaba a mostrar
Una imagen más triste, rancia y decaída,
Pero él ni pensaba en actuar ante su mal;
Zollipar, plañir, gemir, era todo lo que hacía.

Ni el dolor ni la alegría ajena lo inmutaban,
Su suplicio reflejado era su máxima distancia,
Caricias únicamente para lágrimas de su cara,
Vivir no más que para su amarga arrogancia.

Pero el infortunio no sólo afecta en singular;
Cuentan fuera del baúl que el día se oscurecía,
Sin saber por qué del cielo caía gris todo un mar,
Parece ser que la moralidad perdió a su guía.

En el caos unos se hundían, otros nadaban,
Gobernando el dolor, el miedo y el ansia,
Llamando algunos al baúl, del peligro avisaban,
Pero él llorando seguía, lo demás pura ignorancia.

Tras la tormenta la paz de nuevo otra vez reinó,
Y en una metálica caja dicen que se encontró
A un alma ahogada yaciendo, llena de dolor,
Mas dicen, que fue en su propio llanto donde se ahogó.


martes, 7 de septiembre de 2010

Como un niño



Cómo me gustaría como un niño volver a ser,
Personas que si tropiezan se levantan tal cual
Y si es alguien quien les ha hecho caer,
Con solo un abrazo todo vuelve a ser igual.

Cómo quisiera volver a mi ya pasada niñez,
Cuando creía que un amigo siempre te acompaña,
Que pensar lo contrario era una estupidez,
Pues orgullo y prepotencia me eran cosas extrañas.

Cómo desearía otra vez ser un iluso chicarrón,
De los que creen en la magia y en lo invisible,
Cuyos límites los marca su infinita imaginación,
Imaginación que para ellos es algo tangible.

Cómo anhelaría con los ojos de un crío ver,
Esos que ven al amor como algo casi celestial,
Puro, limpio, perfecto, en lo que poder creer,
No como algo capaz de destrozar al más feroz animal.

Cómo disfrutaría deteniendo el tiempo una vez,
Para quedarme como niño que la felicidad rebaña
En cada momento de su vida con gran sensatez
Porque para ellos cada gesto es una gran hazaña.

Cómo hacer para no asesinar al niño de mi corazón,
El que aún se estremece creyendo en lo increíble,
Aquél que no madura porque quiere sonreír sin razón,
Ese que me dice que estando contigo nada es imposible.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cálido rubor



Cálido rubor enmudecedor de almas,
Vestigio de la fusión de odio y amor,
De ilusa bondad y temerosa maldad,
Dándome energía y fortaleza q sanan
Mi torcida moral con gritos de dolor,
Haciéndome olvidar para al fin recordar.

Cálido este rubor que por mí recorre
Y fríamente me enseña antañas heridas
Que no sangraron pero sí destrozaron,
Capaces de derrumbar la más alta torre
Pero insuficientes para perder mi partida,
Pues mi alma fuerte creció bajo aquél amparo.

Rubor cálido éste que me acoge y guía
Por los nuevos senderos que me aguardan,
Mostrándome una nueva perspectiva
De lo que yo siempre como oscuro veía,
Mas ahora sé que justicia y relatividad cantan
A un mismo son en toda nuestra altibaja vida.

Rubor característicamente cálido es,
Haciendo que siendo el mismo haya cambiado
Para así superar el hoyo en que un día caí
Y del que me alzo al fin por primera vez,
Para recuperar el tiempo perdido en mi pasado,
Dejando que se pudra la ahora yaciente raiz.

Cálido rubor enmudecedor de almas,
Por otros conocidos como rencor o ira,
Gracias por rasgar las vendas de mis ojos
Enseñándome así que de nada sirve la calma,
Que la realidad no siempre tiene una faz positiva
Pudiendo así crecer sin ataduras ni despojos.

martes, 31 de agosto de 2010

El valor de lo pequeño


No, no, no puedo con todo esto, no. Es demasiado peso para mí, alguien lleno de fuerza y valentía sólo para huir y llorar. No he venido a este mundo para ser feliz, de eso no hay duda. Hay que ser capaz de sonreír con todos los pequeños detalles que nos ofrece la vida, aunque para mí es algo imposible. Tirar la toalla es una opción bastante recomendable. Para otros, un abrazo de alguien que te quiere puede ser el combustible que ayude a seguir siempre hacia delante, para mi corazón es algo insignificante. El hecho de que la vida a veces nos aprieta tanto el cuello que deseamos que nos asfixie de una vez me acompaña siempre. Gente querida, y con saber esto ya me basta, nunca se puede contar con vosotros. Pesimismo y cobardía, éstas son las palabras que siempre rondan por mi mente. Ánimo, amor propio, fe en la amistad, me despido de vosotros con gran alegría.

Muchas veces, al compararnos con la inmensidad en la que vivimos, se nos define como pequeños puntos, puntos insignificantes que por mucho que queramos no podemos cambiar nada, pues el todo es mucho mayor y está fuera de nuestro alcance. Y a aquéllos que sí creen que pueden cambiar las cosas se les acusa de ilusos. Pero lo que parece no comprender quienes así critican el valor de una simple persona, es que un simple punto sí que puede cambiar un todo si sabe cómo actuar correctamente, y la unión de esos aparentemente insignificantes puntos pueden cambiar hasta el más oscuro de los pensamientos. Éste es el valor de lo pequeño.

No, no, no. Puedo con todo esto. No es demasiado peso para mí, alguien lleno de fuerza y valentía. Sólo para huir y llorar no he venido a este mundo. Para ser feliz, de eso no hay duda, hay que ser capaz de sonreír con todos los pequeños detalles que nos ofrece la vida. Aunque para mí es algo imposible, tirar la toalla es una opción bastante recomendable para otros. Un abrazo de alguien que te quiere puede ser el combustible que ayude a seguir siempre hacia delante. Para mi corazón es algo insignificante el hecho de que la vida a veces nos aprieta tanto el cuello que deseamos que nos asfixie de una vez; me acompaña siempre gente querida y con saber esto ya me basta. Nunca se puede contar con vosotros, pesimismo y cobardía. Éstas son las palabras que siempre rondan por mi mente: ánimo, amor propio y fe en la amistad.
Me despido de vosotros con gran alegría.

lunes, 30 de agosto de 2010

Bienvenidos al Blog


Como primera entrada en este blog, lo menos que puedo hacer es saludar a todo aquél que haya decidido entrar y explicar brevemente qué podréis encontrar en esta página que se está empezando a construir. Bueno, en realidad lo primero sería presentarme, pero creo que eso es irrelevante, pues lo importante aquí es el contenido y no quien lo produce, que además espero que no sea yo solo y la pluralidad de opiniones sea la que oriente la dinámica de este lugar.

En la catastrófica sociedad en la que vivimos, en la que el tiempo nos muerde el culo en cuanto nos descuidemos y lo supuestamente importante es aparentar aquello que no somos por el simple hecho de dar una falsa imagen de superioridad y alimentar así a nuestro mezquino ego; en un lugar en el que la riqueza personal pasa a un plano insignificante y la falsedad es la llave maestra que nos abre cualquier puerta… ¿Quién le da valor a algo tan aparentemente insignificante como el silencio? El silencio, algo que nos hace perder nuestro valioso tiempo, un elemento que no nos permite expresar lo mucho que valemos, una herramienta que sólo usa el ignorante cuando se queda sin argumentos… El silencio no encaja en la esquemática en la que vivimos; o al menos eso creemos. Pero el silencio no siempre es perder tiempo, a veces es la mejor forma de invertirlo; el silencio no permite expresar para aparentar, pero el valor no radica en la apariencia, sino en lo que realmente somos; el silencio no tiene por qué ser la respuesta del ignorante, sino la pregunta del sabio…

Muchas veces, el silencio tiene mucho que decirnos, decirnos cosas sobre nosotros mismos que ni la mayor parrafada del mayor erudito es capaz de expresar; tan sólo hay que saber escuchar al silencio. A veces tengo la necesidad de sentarme solo en mi habitación y escuchar todo lo que dice mi silencio. De esta forma, salen de mí, sin hacer el más leve ruido, preocupaciones, pensamientos, ideas, sentimientos, preguntas, respuestas, reflexiones… que el silencio me las devuelve con el mismo contenido pero con una forma distinta, y ese cambio de forma me hace ver figuras que antes no era capaz de percibir. Al igual que el eco nos devuelve nuestras palabras con un sonido peculiar, el silencio nos devuelve nuestra alma con una nueva perspectiva. Y precisamente eso es lo que encontraréis en este blog, aquello que mi silencio me devuelve a veces, pequeños relatos, anécdotas, reflexiones o poemas, que no son más que una forma de plantearse distintos temas que rondan, han rondado o seguramente rondarán por mi cabeza.

Espero que os guste lo que aquí encontréis y os animo a que compartáis cualquier opinión sobre las cosas que aquí escribo, que os sentéis y compartáis también aquellos ecos que os devuelven vuestros silencios. Aquí os dejo los míos para aquél que tenga interés. Bienvenidos a Los Ecos Del Silencio.