miércoles, 1 de junio de 2011

Eterna felicidad


Qué es la felicidad, por favor, dímelo,
Explícame cómo se consigue esa utopía,
Dime qué se siente al lograrla conocer,
Cómo hacer que no sea algo efímero,
Que pueda abrazarla todos los días,
Dejarla anclada en mí, en todo mi ser,
Cuéntame qué hacer para verla crecer,
Tener esa luz que mi alma tanto ansía,
Enséñame a que sea algo prolífero,
Infinito creciendo de sí una y otra vez,
Muéstramela, te lo ruego, hazme de guía,
Haz de este camino algo fructífero…
Mas tú nada dijiste, no se puede explicar…
Nada mostraste, no se puede observar…
Y sin embargo la respuesta me supiste dar…
Pues un beso me diste y me enseñaste a amar.

lunes, 25 de abril de 2011

Maldito miedo


Miedo, hermana de la inseguridad,
Infelicidad a aquello que desconocemos
O que conocemos y queremos olvidar,
Modificar el futuro que tenemos.

Miedo, sensación que eriza mi piel,
Bloquea mi capacidad de sonreír,
Golpea sin piedad sobre mi sien,
Susurrándome que debo ahora huir.

Miedo, palabra que engendra miedo,
Alimentándose a sí mismo y creciendo,
Creciendo como negra nube en el cielo,
Nublando mi mente, dejándome ciego.

Miedo, miedo a perder lo que tengo,
A dudar si es sabio tanto arriesgar,
Sin saber a dónde voy ni de dónde vengo,
Miedo a en este juego participar.

Miedo, temor, ansiedad, horror,
Eso es todo lo que tengo por pensar
Que todo a lo que tú le das color
En un triste negro se tendrá que pintar.

viernes, 1 de abril de 2011

Pequeña reflexión


La felicidad es pasajera, nada es eterno, pero disfrutemos mientras la vida se digna a sonreírnos sin temor a saber que la sonrisa acabará desapareciendo, pues el miedo a la pérdida nos venda los ojos a la felicidad.

domingo, 20 de marzo de 2011

Perfecto ignorante

Una vez oí hablar de un hombre bastante peculiar. Gran riqueza, poder social y multitud de súbditos poseía, sin duda era alguien que se hacía respetar. Además de todo esto, poseía una gran sabiduría, conocimientos de todas las materias tenía. Sin embargo una vez, admirando su esbelta figura en un espejo dorado, se dio cuenta de que había algo que se le escapaba a todo ese esplendor que su simple presencia  siempre había dado. Se percató de la existencia de un término que desconocía, una palabra de la que nunca antes había oído hablar pero que mientras se observaba en aquél espejo a uno de sus súbditos se la escuchó pronunciar, aparentemente con el fin de criticar. Humildad era esa palabra, y enfadado aquél hombre a su súbdito descarado ordenó enseguida llegar.

El súbdito, al poco rato, temeroso entró en la habitación. El hombre, acalorado, le preguntó el motivo de esa palabra haberse inventado. El personaje temblón le contestó que él ningún vocablo había ideado, que a tales dimensiones no llegaba su imaginación. Entonces el narcisista iracundo, una bofetada le regaló por atreverse siquiera a intentar a él mentirle, que era imposible que existiera algo de cuya existencia él desconociera. Mas el pobre siervo asustado, tan sólo sabía decir que él antes de a su grandeza engañarle prefería incluso morir, que por favor le creyera y su perdón le diera. El arrogante señor le respondió que sus deseos cumpliría, y el iluso servidor, mientras feliz sonreía, su rostro se quebró al oírle decir que de una soga le colgaría.

Todos estaban reunidos para ver y aplaudir la decisión del gran señor de una nueva ejecución. La gente se apartaba para dejar pasar al próximo ejecutado, quien impotentes lágrimas por su cara lucía con un escolta por el cuello agarrado, ni moverse podía. Una vez el desdichado se hubo subido en aquél macabro estrado, antes de por una cuerda su vida finalizar, decidió a voz en grito el motivo de su condena explicar. El pueblo entero en asombro entró, pues nunca a ese gran señor nadie le pidió una explicación. El buen hombre lleno de fortaleza, sorprendido de su propia osadía, comentó con gran brevedad que iba a morir porque un engreído ignorante una palabra desconocía. La gente estalló en murmullos, entre los cuales sobresalió, cual sutil capullo, uno que preguntaba que palabra era aquella. El hombre juzgado iluminó su cara como una estrella al decir que era la humildad; risotadas entre la gente no se pudieron aguantar.

El hombre con aires de Dios empezó uno a uno señalar a todo aquél que a reír se atrevía, mientras los hombres encapuchados por el cuello los cogía para ser también allí sentenciados. Aunque hubo un momento que tanta gente había subida a aquella tarima, que la madera que tan fuerte parecía se rompió y cayeron unos abajo y otros encima. Mas tuvo el ignorante de la palabra humildad tan mala suerte, que cayó el primero y su cabeza aplastada por el peso de todos quedó, quedando su prepotencia allí hundida y sonriente el ejecutado abanderado de la humildad arriba de todos se quedó de por vida.

martes, 8 de marzo de 2011

Monólogo gris


Superficialidad; ahí es donde vivimos. En la superficialidad fruto de nuestro egoísta egocentrismo. Egocentrismo que mama de la superficialidad que necesitamos aparentar para sobresalir en ser el más estúpido cordero del rebaño. Un maldito círculo vicioso en el que la gente vive en y para él. Nadie parece comprender que hay que aceptar que uno no es nadie para ser alguien. Alguien, entonces sí, digno de destacar. Pero no destaca positiva, sino negativamente. Algo que la gente parece tampoco comprender, que si destacas negativamente en un contexto negativo es lo mejor que a alguien le puede ocurrir. Extraño, raro, imbécil, iluso,… no, simplemente coherente con aquello que alguna vez dicen que caracterizaba al ser humano: humanidad.

Humanidad; ahí es donde morimos. En la humanidad fruto de nuestro corazón. Corazón que no es más que algo que tenemos helado por dentro y sólo palpita al oír nuestro nombre. Para qué obedecer a la humanidad como cualidad si ésta busca un beneficio colectivo y sólo nos interesa el nuestro propio.

Superficialidad y humanidad; ahí es donde luchamos. En este binomio que aún persiste en algunos de nosotros. Binomio que a poca gente le preocupa. Opuestos o no. Necesarios o no. Quién sabe ni siquiera de lo que estoy hablando. Hablar sobre qué, hablar para qué… escuchar para qué.

Gris, color marginado pero más sabio que ningún otro. Mezcla del blanco y del negro, de la superficialidad y de la humanidad, del odio y del amor, del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto… Gris, color triste a pesar de ser el más equilibrado  de todos. Gris, color que evoca tristeza a pesar de ser el compendio de la felicidad y la desgracia. Gris, color de los equilibrados, de los que no se dejan guiar por ideas impuestas, de aquéllos que deciden caminar siempre rectos…

Gris, color del alma de aquellos que aún la conservan.

martes, 1 de marzo de 2011

Oscura locura

Corriendo a su son por su mente,
Incapaz de controlar su marcha,
Dejando a su paso el caos como mancha,
Qué se salva y qué no es pura suerte.

Gusano pudriendo una manzana
Que antaño rojo intenso deslumbraba,
Brillante, apetecible, fuerte y sana,
Atributos de los que ni memoria quedaba.

Deseando no recordar lo que fue
Para así no anhelar lo que ya no será;
Rezando por ignorar lo que ve,
Cerrar los ojos que nunca más se abrirán.

Llévate su luz pues esa no es vida,
Apaga de una vez aquello que tanto relucía,
Devuélvele la paz a sus días;
Locura por qué elegiste aquella guarida.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un año


Un año… un año hace hoy del día más triste de mi vida. Es difícil asimilar que ya hace un año que no te veo, que hace un año que no te puedo abrazar, que hace un año que no escucho tu inconfundible risa,… que hace un año que esta puta vida, que aún algún pobre infeliz se cree que es justa, decidió que ya habías disfrutado bastante de ella. Pero no quiero dedicarte estas pobres líneas para lamentarme, sino para seguir recordándote como te mereces, pues sé, que estés donde estés ahora, podrás entender esto que aquí te escribo.

Paradójicamente, a pesar de lo largo que se me ha hecho este año, me parece que fue ayer la última vez que nos vimos. Recuerdo a la perfección cómo, cada vez que me veías, lo primero que hacías era hacerme cosquillas de esa forma tan peculiar con tus deditos en mi brazo izquierdo, siempre igual; era tu forma de saludarme y decirme que te alegrabas de verme. Esa no es la forma en la que se suelen saludar las personas, lo “normal”, que no es más que lo que hace la mayoría, sería que me dieras dos besos… ¿Pero es que acaso por no hacerlo como indica la norma social tiene menos valor esa muestra de cariño? Por supuesto que no; yo diría que incluso tiene más valor, pues te habías inventado, exclusivamente para mí, una forma de expresar tu cariño. Sin duda, aquello hacía sentirme especial, pues las personas especiales como tú tienen ese gran don: transmitir esa sensación de ser únicos a los demás. Y ese gran sentimiento que sólo tú eras capaz de transmitirme con un gesto tan sencillo, siempre lo recordaré, pues todavía algunas noches al despertarme noto esa sensación en mi brazo; algunos dirán que se debe a la confusión que causa el sueño reciente, pero yo sé que eres tú recordándome que todavía estás conmigo y que sigues alegrándote de verme.

Al ser una persona distinta a las demás no todo te fue fácil, de hecho muy pocas facilidades tuviste en esta vida. Pero eso a ti te importaba poco. Siempre te gustó conocer cosas nuevas, intentabas aprender todo lo que veías o te trataban de enseñar. Muy pocas veces lograbas tu objetivo, pero siempre terminabas lo que fuera que fuese con una sonrisa, pues el simple hecho de haber intentado aprender algo ya te causaba felicidad. Aunque ahora me doy cuenta de que posiblemente se trate simplemente de que tu objetivo no fuera hacer las cosas perfectas, sino tener la suficiente perseverancia como para esforzarte en hacerlas; tu objetivo no era el egoísta de superar a los demás, sino el humilde de superarte a ti misma.  Sin duda eras todo un ejemplo a seguir, aunque hubiera gente que te mirara por encima del hombro y su prepotencia impidiera siquiera plantearse que podrían aprender algo de ti. Lástima siento de ellos, que como borregos ególatras no son capaces de ver más allá de los hechos ni de ellos mismos.

Miles de cosas podría seguir diciendo de ti, pero el objetivo de estas palabras no es describirte, pues ya sabes de sobra cómo eres. Lo único que trato es poder volver a hablar contigo, aunque no me puedas responder. Quizás sea absurdo, pero yo no lo creo así, tenía la necesidad de dedicarte unas palabras. ¿Por qué  hoy? ¿Por qué es tan dura la fecha de un año de tu muerte? ¿Es que acaso el día 365 de tu trágica despedida te echo más de menos de lo que te eché el 364 o de lo que te echaré el 366? Por supuesto que no, por supuesto que todos los días me acuerdo de ti, que todos los días te saludo en mi corazón, que todos los días al ver tu foto una melancólica sonrisa se me asoma al recordarte… Pero así de raro es el ser humano, que crea fechas simbólicas para todo. Ojalá no las creara, pues todos los días he tratado de recordar tu vida pero hoy no puedo otra cosa que recordar tu muerte… Y es que hoy soy yo el que te quiere acariciar el brazo izquierdo, el que quiere volver a alegrarse por verte… Hoy soy yo el que necesita que me cuides, desde tu pequeño cielo en el que ahora vives.