domingo, 20 de marzo de 2011

Perfecto ignorante

Una vez oí hablar de un hombre bastante peculiar. Gran riqueza, poder social y multitud de súbditos poseía, sin duda era alguien que se hacía respetar. Además de todo esto, poseía una gran sabiduría, conocimientos de todas las materias tenía. Sin embargo una vez, admirando su esbelta figura en un espejo dorado, se dio cuenta de que había algo que se le escapaba a todo ese esplendor que su simple presencia  siempre había dado. Se percató de la existencia de un término que desconocía, una palabra de la que nunca antes había oído hablar pero que mientras se observaba en aquél espejo a uno de sus súbditos se la escuchó pronunciar, aparentemente con el fin de criticar. Humildad era esa palabra, y enfadado aquél hombre a su súbdito descarado ordenó enseguida llegar.

El súbdito, al poco rato, temeroso entró en la habitación. El hombre, acalorado, le preguntó el motivo de esa palabra haberse inventado. El personaje temblón le contestó que él ningún vocablo había ideado, que a tales dimensiones no llegaba su imaginación. Entonces el narcisista iracundo, una bofetada le regaló por atreverse siquiera a intentar a él mentirle, que era imposible que existiera algo de cuya existencia él desconociera. Mas el pobre siervo asustado, tan sólo sabía decir que él antes de a su grandeza engañarle prefería incluso morir, que por favor le creyera y su perdón le diera. El arrogante señor le respondió que sus deseos cumpliría, y el iluso servidor, mientras feliz sonreía, su rostro se quebró al oírle decir que de una soga le colgaría.

Todos estaban reunidos para ver y aplaudir la decisión del gran señor de una nueva ejecución. La gente se apartaba para dejar pasar al próximo ejecutado, quien impotentes lágrimas por su cara lucía con un escolta por el cuello agarrado, ni moverse podía. Una vez el desdichado se hubo subido en aquél macabro estrado, antes de por una cuerda su vida finalizar, decidió a voz en grito el motivo de su condena explicar. El pueblo entero en asombro entró, pues nunca a ese gran señor nadie le pidió una explicación. El buen hombre lleno de fortaleza, sorprendido de su propia osadía, comentó con gran brevedad que iba a morir porque un engreído ignorante una palabra desconocía. La gente estalló en murmullos, entre los cuales sobresalió, cual sutil capullo, uno que preguntaba que palabra era aquella. El hombre juzgado iluminó su cara como una estrella al decir que era la humildad; risotadas entre la gente no se pudieron aguantar.

El hombre con aires de Dios empezó uno a uno señalar a todo aquél que a reír se atrevía, mientras los hombres encapuchados por el cuello los cogía para ser también allí sentenciados. Aunque hubo un momento que tanta gente había subida a aquella tarima, que la madera que tan fuerte parecía se rompió y cayeron unos abajo y otros encima. Mas tuvo el ignorante de la palabra humildad tan mala suerte, que cayó el primero y su cabeza aplastada por el peso de todos quedó, quedando su prepotencia allí hundida y sonriente el ejecutado abanderado de la humildad arriba de todos se quedó de por vida.

martes, 8 de marzo de 2011

Monólogo gris


Superficialidad; ahí es donde vivimos. En la superficialidad fruto de nuestro egoísta egocentrismo. Egocentrismo que mama de la superficialidad que necesitamos aparentar para sobresalir en ser el más estúpido cordero del rebaño. Un maldito círculo vicioso en el que la gente vive en y para él. Nadie parece comprender que hay que aceptar que uno no es nadie para ser alguien. Alguien, entonces sí, digno de destacar. Pero no destaca positiva, sino negativamente. Algo que la gente parece tampoco comprender, que si destacas negativamente en un contexto negativo es lo mejor que a alguien le puede ocurrir. Extraño, raro, imbécil, iluso,… no, simplemente coherente con aquello que alguna vez dicen que caracterizaba al ser humano: humanidad.

Humanidad; ahí es donde morimos. En la humanidad fruto de nuestro corazón. Corazón que no es más que algo que tenemos helado por dentro y sólo palpita al oír nuestro nombre. Para qué obedecer a la humanidad como cualidad si ésta busca un beneficio colectivo y sólo nos interesa el nuestro propio.

Superficialidad y humanidad; ahí es donde luchamos. En este binomio que aún persiste en algunos de nosotros. Binomio que a poca gente le preocupa. Opuestos o no. Necesarios o no. Quién sabe ni siquiera de lo que estoy hablando. Hablar sobre qué, hablar para qué… escuchar para qué.

Gris, color marginado pero más sabio que ningún otro. Mezcla del blanco y del negro, de la superficialidad y de la humanidad, del odio y del amor, del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto… Gris, color triste a pesar de ser el más equilibrado  de todos. Gris, color que evoca tristeza a pesar de ser el compendio de la felicidad y la desgracia. Gris, color de los equilibrados, de los que no se dejan guiar por ideas impuestas, de aquéllos que deciden caminar siempre rectos…

Gris, color del alma de aquellos que aún la conservan.

martes, 1 de marzo de 2011

Oscura locura

Corriendo a su son por su mente,
Incapaz de controlar su marcha,
Dejando a su paso el caos como mancha,
Qué se salva y qué no es pura suerte.

Gusano pudriendo una manzana
Que antaño rojo intenso deslumbraba,
Brillante, apetecible, fuerte y sana,
Atributos de los que ni memoria quedaba.

Deseando no recordar lo que fue
Para así no anhelar lo que ya no será;
Rezando por ignorar lo que ve,
Cerrar los ojos que nunca más se abrirán.

Llévate su luz pues esa no es vida,
Apaga de una vez aquello que tanto relucía,
Devuélvele la paz a sus días;
Locura por qué elegiste aquella guarida.